lunes, 24 de septiembre de 2012

Messi y Cristiano, con un apartamento en el Olimpo

Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. El póquer de ases reconocido por el común de los futboleros como los grandes referentes de la historia de este deporte. Todos ellos fueron grandes dominadores, cada uno en su época y con su estilo propio, del fútbol que les tocó vivir. Pero va siendo hora de incluir nuevos reyes a esa lista y, desde luego, la rivalidad actual entre Leo Messi y Cristiano Ronaldo les debería hacer merecedores de tal honor, sobradamente.

Los cuatro grandes siempre fueron máximos exponentes de brillantes equipos, donde ellos eran líderes y catalizadores de juego. Di Stéfano fue la versatilidad, hacía de todo y todo lo hacía bien en aquel Real Madrid pentacampeón de Europa en los 50. Pelé fue el primer gran mago del fútbol, el gran preciosista que encumbró al Santos y a la mejor selección brasileña de la historia en los 60 y 70. Tras él Cruyff, máximo exponente de un poderoso Ajax y de una innovadora selección holandesa, logrando exportar ese modelo al F.C. Barcelona. Por último, Maradona, que cargó con el peso de la Argentina campeona del Mundo en el 86 y subcampeona en el 90 y convirtió al mediocre Nápoles en un equipo campeón, hasta que la droga acabó con su carrera. Los casos de Messi y Cristiano son similares, también son estandartes de equipos punteros y campeones, pero con la particularidad de la coincidencia espacio - temporal que les ha hecho tan especiales.

Cada generación tiene sus grandes jugadores, los genios tardan más en surgir, pero que dos jugadores como estos aparezcan en la misma generación y acaben en equipos rivales es un hecho único en la historia que ha dado como resultado un nivel de autoexigencia que ha sido capaz de elevarles por encima del que podría haber sido su valor real de haber aparecido por separado. Tal vez por sí mismos no hubieran superado ese segundo escalón de maravillosas estrellas como Platini, Best, Garrincha o Zidane, pero la lucha de ambos por destacar les ha hecho ser los mejores, la necesidad de la excelencia, de la que se han beneficiado los equipos de ambos, les han elevado a los altares. Si el uno marca 40 goles en Liga, al año siguiente el otro marca 50. Es la grandeza de su rivalidad.

Cada uno en su estilo, Messi más calmado, Cristiano Ronaldo más sobreactuado, la voracidad de ambos no tiene límites. Así que ¿por qué no un apartamento compartido por ambos en el Olimpo? ¿por qué no reconocer que al estar enfrente, como en una malévola simbiosis, se transforman en dos de los más grandes? Ellos son Messi y Cristiano, y para el aficionado su pique es una bendición.

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