Andrés Iniesta Luján, albaceteño
de 28 años, 1’70 metros, piel blanquecina cual queso manchego y poca pinta de
estrella del deporte es, posiblemente, el tipo que mejor interpreta el fútbol
en el mundo. Cuando recibe el balón, con su pausa característica, es capaz de
sacarse de la chistera pases, fintas o movimientos cargados de magia.
Iniesta despuntó en 1996, con
solo 12 años, en el Torneo de Fútbol 7 de Brunete, formando parte de la
plantilla del Albacete Balompié, lo que le valió llamar la atención de los
grandes del fútbol español. El Barça se llevó el gato al agua gracias a la
buena estructura de cantera de su mundialmente famosa Masía, a pesar de que se
rumorea que por aquellos tiempos sus simpatías futboleras tiraban más hacia el
Real Madrid. Siempre fue observado como uno de los futuros más prometedores de
la cantera blaugrana y, aunque tuvo sus momentos de flaqueza al estar lejos de
su casa siendo muy niño, tal vez eso le forjó el carácter para llegar a la élite
del primer equipo en la temporada 2002/2003, aunque no se asentara como un
jugador importante hasta el curso siguiente con Rijkaard en el banquillo.
Su fútbol de alta escuela, esa facilidad
innata para llevar la pelota cosida al pie hasta encontrar una buena salida, le
fue convirtiendo en un jugador cada vez más importante para el Barça y la
selección española, hasta llegar a ser uno de los referentes máximos para
cualquier aficionado al fútbol del mundo por la sencillez de su juego, a pesar de
que esto hiciera que tardara más que otros en llamar la atención. Solo la voracidad
de Messi y Cristiano han evitado que tenga algún Balón de Oro.
Ágil y extremadamente coordinado
con el balón en los pies, es capaz de analizar cualquier jugada para encontrar la
mejor solución como lo haría un ajedrecista de élite, siendo capaz de ejecutar
con altísima precisión cualquier pase o regate que su mente diseñe. Como
Zidane, tiene un don para el control del balón y la elegancia de un bailarín en
su conducción, también como el francés tiene ese gesto pausado y sin
estridencias en el regate con el que deja sentados a los defensas más seguros. De
Laudrup tiene esa facilidad para superar líneas con un pase perfecto y ese
recurso de "la croqueta" (regatear pasándose rápidamente el balón de un
pie al otro) con el que driblar rivales.
También con el danés comparte
punto débil en su escasa relación con el gol, como si marcar fuera algo vulgar
para jugadores de esa clase. Curiosamente, pese a no superar los diez tantos
por temporada, sus dos momentos cumbre son dos goles, el que marcó en Stamford
Bridge para meter al Barça en la final de la Champions y el que sirvió para
proclamar campeona del Mundo a España.
Él, Andrés, el joven de cara
amable que parece no haber roto un plato, es capaz de romper defensas hasta en
las situaciones más complejas. Seguramente el futbolista mundial que mejor se
mueve en espacios reducidos, rodeado de contrarios o encerrado contra la cal. Juegue de
interior o pegado a la banda izquierda, hasta como mediocentro defensivo hizo
un gran partido en Champions frente al Benfica, porque a pesar de su debilidad física
no le asusta el choque, o porque el balón le quiere tanto que cumple sus
órdenes sin rechistar, Iniesta es capaz del convertir el fútbol en danza.