Se disputaba la jornada 37 de las
42 que conformaban aquella Liga 95-96, el Atlético de Madrid, líder, rendía
visita al F.C. Barcelona en el Camp Nou, donde los locales no habían perdido
ningún partido en toda la temporada y se encontraban con la posibilidad de
igualar a puntos a la escuadra de Antic. Por su parte a los madrileños parecía
que la extensa temporada y el vértigo del éxito estaban pasando factura. No fue
así, a los diez minutos Caminero dejó una bella maniobra para la historia y
abrió el camino a la confirmación de un gran año finalizado con el doblete.
Diez minutos corrían de partido
entre dos rivales que aseguraban buen fútbol y gusto por el manejo de balón.
Toni cruzó la divisoria por banda izquierda con el balón controlado y vio el
desmarque de Caminero, le envió el pase y éste lo recogió con Miguel Ángel
Nadal, uno de los mejores defensas de aquellos tiempos, pegado a su espalda y
cerrándole contra la banda.
El rojiblanco, dotado de unos gestos técnicos impropios para
un futbolista de sus características físicas, amagó con el pase atrás, una vez,
dos veces, tres, cuatro... cada vez con más intensidad. Volcando todo el peso
de su cuerpo sobre la pierna izquierda, Caminero mandó a Nadal al engaño
definitivo, el manacorí picó el anzuelo a fondo y, mientras luchaba por no caer
de espaldas o tal vez mientras se daba cuenta de hasta que punto había quedado
en ridículo, el centrocampista colchonero cambiaba de dirección y arrancaba,
completamente libre de marca hacia línea de fondo.