miércoles, 8 de agosto de 2012

El modelo del fútbol olímpico y la caída de España

La ilusión de la selección olímpica española de fútbol se quebró de forma prematura y lastimosa tras caer ante Japón y Honduras con sendos 1 a 0. Hubo que pasar por el oprobio de un tercer partido en el que no se jugó nada y en el que el empate a cero final no consiguió ni tan siquiera cerrar la participación con un atisbo de honor. Más allá del batacazo que supuso la eliminación en primera fase de un equipo que aspiraba a medalla se abrió un debate sobre la presencia del fútbol en los Juegos Olímpicos. Es como ese primo rico que no saca tiempo para ir al cumpleaños de la abuela pero manda un regalo caro por correo para disculparse, el fútbol en los Juegos Olímpicos ni está ni deja de estar, como La Roja, que estuvo... pero no estuvo.

El breve papel de la selección española agota los calificativos, ha sido la mayor decepción de los Juegos y de los últimos tiempos del fútbol español. Múltiples pueden ser las causas a analizar. Lo primero, la baja de Thiago, auténtico motor de esta generación en el pasado europeo sub 21, el que le daba ritmo y creatividad en el centro del campo, sin él se pierde el alma del estilo de La Roja. Más importante aun, la lectura táctica de los partidos y del grupo en sí. Luis Milla no ha demostrado ser especialmente rápido ni ágil para modificar el rumbo de los partidos cuando se tuercen, ni siquiera para tocar los resortes necesarios para mejorar de un partido a otro. Incluso en el campeonato de Europa que ganaron el pasado año les costó mucho entrar en el ritmo de juego correcto. También queda la impresión de que la preparación psicológica no ha sido la correcta, llegaron con la medalla colgada de antemano al cuello, y no se debe culpar solo al equipo por ello, ya que casi nadie hubiera apostado por la posibilidad de caer en la liguilla con potencias como Japón, Honduras y Marruecos. Resumiendo y exagerando, viajaron a Londres pensando en el chandal, en el desfile de la ceremonia de inauguración y en jugar la final contra Brasil, lo demás, da la impresión de que se daba por hecho que se podía ganar solo con el escudo. Ojo, no es solo cosa del equipo, toda la opinión pública ha pecado también de esa cierta soberbia. Por último, ni la preparación física ni el momento de muchos jugadores ha sido el más idóneo. Algunos han llegado de pretemporada y otros pasados de rosca, han estado espesos, los de la Eurocopa han venido casi sin descanso, el resto ha hecho vacaciones y casi sin preparación se han encontrado con el torneo olímpico, incluso algún jugador importante como Herrera ha llegado tocado físicamente, Adrián, por ejemplo, que no es un goleador de instinto sino de rachas que dependen de su nivel de forma, no estaba bien, ni Muniain, ni Rodrigo, que seguramente es el más goleador del equipo. Tampoco han ayudado los imponderables, penaltis, postes, jugadas de escasa fortuna... en fin, un cúmulo de circunstancias que han dado al traste con la ilusión de una favorita a todo.

Otra cosa es el modelo de la competición del fútbol en los Juegos Olímpicos, donde es el único deporte que no lleva a los mejores, sino que hace el extraño refrito de los sub 23 con la posibilidad de llevar a tres mayores. Sin duda es un contrasentido cuando los Juegos son el escaparate del mejor deporte del mundo. El triatleta Javier Gómez Noya encendió la mecha tras la derrota de España ante Honduras que supuso su eliminación, instando a que el fútbol desaparezca del programa olímpico por no traer a los mejores y por la imagen contraria a los valores del olimpismo que da el hecho de las constantes protestas a los árbitros en referencia a la tensión vivida tras ese segundo partido de España. No tiene mucha razón denigrar al fútbol por las polémicas, ya que se producen esas cosas en muchos otros deportes, incluso en el suyo, el triatlón, donde el propio Gómez Noya se quejó en un Campeonato de Europa por la actuación del británico Wiltshire, que le estorbó gravemente durante la parte de natación. Le contestó el capitán Javi Martínez, indicando que como no iba a estar en unos Juegos Olímpicos el deporte más popular del mundo. Ambos tienen su parte de razón, sería una barbaridad que el fútbol desapareciera del mayor espectáculo del deporte pero tampoco tiene mucho sentido que siga así.

Pero existen soluciones para conseguir que el torneo de fútbol honre el olimpismo como merece sin sobrecargar más los calendarios. Pasaría por la eliminación de la Copa Confederaciones, engendro creado por la FIFA que, seguro, económicamente será atractivo para el país organizador y para la propia FIFA pero que deportivamente no aporta nada, y la asunción de ese modelo por parte de los Juegos Olímpicos. Eso quiere decir participación del organizador, el campeón del mundo y los campeones de las seis confederaciones continentales (Europa, Sudamérica, Centro y Norteamérica, África, Asia y Oceanía). Un torneo a ocho, evitando el gigantismo de un Mundial y con jugadores de primer nivel que generaría prestigio para ambas partes. Para que no coincidiera con la Eurocopa, podrían desplazarse todos los torneos continentales al año anterior al Mundial, unificando fechas y evitando que se produzcan absurdos como que la Copa de África se juegue a mitad de temporada dejando a muchos equipos sin importante jugadores. Incluso se podrían aligerar los calendarios eliminando la fase de clasificación para el Mundial y dando el billete mundialista a los primeros de cada campeonato continental.

Son opciones interesantes y posibles de poner en práctica si hay intención de favorecer el beneficio deportivo, si lo que se quiere es buscar el beneficio económico... será difícil ver soluciones de este tipo.

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