sábado, 30 de junio de 2012

España se doctora en carácter

Quien pensara que ganar una Eurocopa era un paseo se equivocaba. Tal vez hay gente que no se acuerda ya de las competiciones anteriores a la Euro 2008 y de tantas veces que hemos caido sin alcanzar las semifinales. Ahora sabemos movernos en las alturas, como decía Luis Aragonés antes del Mundial de Alemania, estamos con los que ganan. Pero si hace cuatro años adquirimos ese gen ganador al proclamarnos campeones de Europa, en estas semifinales se ha demostrado un carácter de equipo grande de verdad. Se sobrevivió en un partido tenso, sin excesiva brillantez, y si se resolvió en una tanda de penaltis reuelta con casta y toda la confianza en la victoria, que es lo que mostró Casillas, que siempre está ahí cuando se le necesita, Cesc, que quiso volver a jugarse el penalti decisivo como hace cuatro años ante Italia y, sobre todo, Sergio Ramos, que deseaba resarcirse del penalti fallado en la semifinal de la Champions que tantas bromas provocó y lo hizo a lo grande, en otra semifinal y a lo Panenka.


Del Bosque sorprendió en el planteamiento inicial con la introducción de un nueve. Para añadir más elementos al debate generado durante toda la Eurocopa, en lugar de alinear como ariete a Torres, que venía siendo el habitual en el torneo, o a Llorente, que en el cruce con Portugal en el Mundial enloqueció a la defensa lusa, escogió al sevillista Negredo tratando de encontrar un camino intermedio entre ambos y, seguramente, al delantero que mejor puede conectar con los bajitos del mediocampo español.

Por lo demás, el planteamiento esperado, España a tener el balón, sin encontrar demasiada profundidad para atacar la portería portuguesa, y los de Paulo Bento a exhibir su superioridad física presionando, atascando la zona entre líneas para que España no creara y a salir al contraataque en cuanto les fuera posible. Ninguno de los dos equipos consiguió llevar a cabo su plan al completo, ni La Roja controló el balón y el ritmo del partido tanto como acostumbra, ni Portugal encontró la forma de salir al contraataque, con Almeida bien controlado por los centrales, Nani diluido en la persecución del correcaminos Jordi Alba (vaya partidazo y vaya Eurocopa del flamante nuevo fichaje del F.C. Barcelona) y Cristiano Ronaldo como único argumento real en ataque frenado entre Arbeloa y las múltiples y efectivas ayudas de cualquiera que pasara cerca de él.

Así fue pasando el primer tiempo, con oportunidades que entre ambos equipos podrían contarse con los dedos de una mano y mucha tensión, con Portugal protestando cada decisión arbitral, Coentrao y Reina discutiendo, pocas llegadas españolas al área, un par de disparos de Cristiano, Negredo luchador pero con poca presencia ante la superioridad física de Alves... en fin, lo esperado en una semifinal, nadie quiere exponer más de la cuenta. Lo más destacable, la seriedad defensiva de España (vaya pareja hacen Ramos y Piqué) y la asfixiante presión lusa liderada por el incansable Almeida.

Del Bosque hizo los cambios antes de lo que en él es habitual a la vista de que el plan Negredo no funcionaba demasiado bien y los portugueses nos asfixiaban. A los 8 minutos del segundo tiempo volvió el falso nueve con Fábregas entrando por Negredo, a los 14 trató de abrir el campo con Navas por un apagado Silva, pero aunque Iniesta y Busquets crecían en la medular a medida que el fuelle portugués no les daba para presionar tanto, seguía sin atisbarse la forma de batir a Rui Patricio. Un movimiento táctico de Paulo Bento mandó a Ronaldo al centro desplazando a Hugo Almeida a la izquierda. El madridista entró más en contacto con la pelota pero al recibir de espaldas fue más fácil de frenar para los defensas. Posibilitó con dejadas a la banda la llegada de Almeida, que dispuso de un par de disparos en posición de cierto peligro que salieron muy desviados. Dos faltas seguidas lanzadas por CR7 desde la frontal también encogieron el corazón de los españoles, pero sin peligro real.

El técnico portugués, poco amigo de los cambios, sacó en el minuto 80 a Oliveira por Almeida buscando refresco, ya que el sustituido llevaba un tremendo trabajo de presión realizado durante todo el partido. Esto mejoró la salida de balón de España y se notó en el juego. La salida de Pedro en el minuto 86 ahondó en la sensación de frescura de La Roja. Salió por Xavi, que entre el doble pivote, las defensas rivales y la línea de mediapuntas sin delantero que estire el campo, está emparedado y no consigue darle el ritmo que solo él sabe al juego del equipo.

Del Bosque sacrifica el vértigo de la profundidad que complemente en los últimos metros al toque del centro del campo en pos de la estabilidad y el control del juego, es una forma de defenderse con el balón, de esperar a que sea el rival quien se abra para entonces lanzarse a su yugular. Puede ser discutible y seguramente no es la versión más espectacular de La Roja en los últimos años, pero funciona: hemos recibido solo un gol en toda la Euro y estamos en la final. Además, es un plan coherente con nuestras características. Eso sí, tal vez no hubiera estado de más mantener a Negredo si iba a salir Navas, para que el sevillano no se sintiera tan solo al llegar a linea de fondo y levantar la cabeza, o para que las subidas de Jordi Alba y sus paredes en banda con Iniesta pudieran encontrar rematador. Otra opción hubiera sido que para abrir el campo se hubiera utilizado antes a Pedro que a Navas, el canario está más dotado para las diagonales y tiene más llegada al gol, lo que nos hubiera dado mayor sensación de peligro. Tengo la impresión de que los cambios fueron algo redundantes, se optó primero por las dos alternativas que se vienen utilizando durante todo el campeonato y solo en el tercer cambio dio entrada a quien necesitaba el partido.

En el último minuto de la segunda parte, la mejor ocasión de Portugal en el partido, Cristiano Ronaldo se plantó solo ante Casillas en una contra a la salida de un córner... pero mandó el balón a las nubes ante el suspiro de alivio de la afición española.

La prórroga fue para España, casi monográficamente. Portugal no encontraba salida, el doble pivote español y los centrales adelantaron líneas con buen criterio y asfixiaron a los lusos, que notaron mucho el bajón físico y la nueva profundidad del once hispano. Ni los cambios de Custodio y Varela por Veloso y Meireles, ambos fundidos, variaron la dinámica. Llegaron las ocasiones, especialmente una de Iniesta culminando una buena combinación por banda izquierda, donde Pedro y Jordi Alba se compenetraron a la perfección, pero Rui Patricio salvó milagrosamente a los suyos.

Cuando llegaron los penaltis, las caras de unos y otros denotaban que España estaba más curtida en partidos importantes que Portugal. La sensación cambió cuando Xabi Alonso, el especialista hispano, se encontró con el guante de Rui Patricio en su lanzamiento, pero Casillas no faltó a su cita con el milagro y detuvo también el primero de Portugal, lanzado por Moutinho. Después Iniesta y Piqué marcaron por España y Pepe y Nani por Portugal con penaltis bien lanzados. Lo que pareció una anécdota pudo ser al fin un hecho determinante. En el tercer penalti de Portugal se dirigió Alves a por el balón, pero cuando estaba apunto de colocar el balón en el punto, llegó Nani a pedirle que le dejara lanzar a él. Nani marcó, pero Alves tuvo que volverse atrás y seguir controlando sus nervios hasta el siguiente turno. Tras Nani, Ramos puso el puntito de arte de la noche convirtiendo sus ganas de protagonismo en carácter para lanzar un penalti tan decisivo a lo Panenka, no tan sutil como el de Pirlo ante Inglaterra pero igual de eficaz. Adiós a los fantasmas del fallo contra el Bayern de Munich, aunque a algún aficionado de La Roja casi se le sale el corazón por la boca. El cuarto de Portugal, Bruno Alves, el brusco central al que seguramente afectó que Nani le cambiara el turno, llegó al punto de penalti hecho un flan y mandó el balón al larguero. Como cuatro años antes contra Italia, Cesc Fábregas a por el quinto lanzamiento. En 2008 reconoció que nunca se habría imaginado lanzando ese penalti, ahora lo pidió él. Es el cambio que ha dado la selección española de entonces a ahora. Anotó Cesc un perfecto lanzamiento, raso, al palo y dentro. Se desata la locura española, una auténtica fiesta en Donestk. Cristiano se había quedado para hacer el quinto lanzamiento y ser el héroe, el centro de los focos, no tuvo opción, fue castigado por esas ganas de protagonismo.

España se mete en la final tras un torneo sin la brillantez que en los últimos tiempos ha llegado a mostrar, pero con un empaque, una personalidad y una seguridad defensiva digna de los mejores equipos de la historia. Estamos doctorados en carácter y acostumbrándonos a vencer, y eso es algo que, como la camiseta de la estrella perdura de generación en generación, se marca en el ADN de un equipo. Eso es, sin duda, una gran noticia para nuestro fútbol.

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