miércoles, 13 de marzo de 2013

Iniesta, cuando el fútbol se hace danza


Andrés Iniesta Luján, albaceteño de 28 años, 1’70 metros, piel blanquecina cual queso manchego y poca pinta de estrella del deporte es, posiblemente, el tipo que mejor interpreta el fútbol en el mundo. Cuando recibe el balón, con su pausa característica, es capaz de sacarse de la chistera pases, fintas o movimientos cargados de magia.

Iniesta despuntó en 1996, con solo 12 años, en el Torneo de Fútbol 7 de Brunete, formando parte de la plantilla del Albacete Balompié, lo que le valió llamar la atención de los grandes del fútbol español. El Barça se llevó el gato al agua gracias a la buena estructura de cantera de su mundialmente famosa Masía, a pesar de que se rumorea que por aquellos tiempos sus simpatías futboleras tiraban más hacia el Real Madrid. Siempre fue observado como uno de los futuros más prometedores de la cantera blaugrana y, aunque tuvo sus momentos de flaqueza al estar lejos de su casa siendo muy niño, tal vez eso le forjó el carácter para llegar a la élite del primer equipo en la temporada 2002/2003, aunque no se asentara como un jugador importante hasta el curso siguiente con Rijkaard en el banquillo.

Su fútbol de alta escuela, esa facilidad innata para llevar la pelota cosida al pie hasta encontrar una buena salida, le fue convirtiendo en un jugador cada vez más importante para el Barça y la selección española, hasta llegar a ser uno de los referentes máximos para cualquier aficionado al fútbol del mundo por la sencillez de su juego, a pesar de que esto hiciera que tardara más que otros en llamar la atención. Solo la voracidad de Messi y Cristiano han evitado que tenga algún Balón de Oro.

Ágil y extremadamente coordinado con el balón en los pies, es capaz de analizar cualquier jugada para encontrar la mejor solución como lo haría un ajedrecista de élite, siendo capaz de ejecutar con altísima precisión cualquier pase o regate que su mente diseñe. Como Zidane, tiene un don para el control del balón y la elegancia de un bailarín en su conducción, también como el francés tiene ese gesto pausado y sin estridencias en el regate con el que deja sentados a los defensas más seguros. De Laudrup tiene esa facilidad para superar líneas con un pase perfecto y ese recurso de "la croqueta" (regatear pasándose rápidamente el balón de un pie al otro) con el que driblar rivales.

También con el danés comparte punto débil en su escasa relación con el gol, como si marcar fuera algo vulgar para jugadores de esa clase. Curiosamente, pese a no superar los diez tantos por temporada, sus dos momentos cumbre son dos goles, el que marcó en Stamford Bridge para meter al Barça en la final de la Champions y el que sirvió para proclamar campeona del Mundo a España.

Él, Andrés, el joven de cara amable que parece no haber roto un plato, es capaz de romper defensas hasta en las situaciones más complejas. Seguramente el futbolista mundial que mejor se mueve en espacios reducidos, rodeado de contrarios o encerrado contra la cal. Juegue de interior o pegado a la banda izquierda, hasta como mediocentro defensivo hizo un gran partido en Champions frente al Benfica, porque a pesar de su debilidad física no le asusta el choque, o porque el balón le quiere tanto que cumple sus órdenes sin rechistar, Iniesta es capaz del convertir el fútbol en danza.