miércoles, 22 de febrero de 2012

Simeone y el espíritu del 96

Arrancaba Septiembre del 95 cuando empezaba la primera Liga con 22 equipos tras un verano convulso. Asomaba un nuevo proyecto en el Atlético de Madrid, uno más de los ideados por Jesús Gil, tras dos temporadas en la zona media-baja de la clasificación. Eran proyectos que en Agosto parecían ilusionantes y definitivos, pero que se desinflaban a las primeras de cambio. Pero aquella temporada no iba a ser igual.

Llegaba Radomir Antic a un banquillo acostumbrado a los técnicos de usar y tirar. Pero en sus manos el Atlético no solo consiguió ser campeón de Liga y Copa sino que logró un fútbol equilibrado, de toque rápido, preciosista a ratos, que aprovechaba como pocos equipos en la historia las jugadas a balón parado y que psicológicamente supieron administrar la presión de los puestos altos planteándose la temporada partido a partido. De la mano de Antic aquel equipo quedó grabado en la memoria de los rojiblancos para siempre: Molina; Toni, Solozábal, Santi, Geli; Vizcaíno, Simeone, Caminero, Pantic; Kiko y Penev. Era un equipo con poca profundidad de banquillo y un once titular muy fijo, donde jugadores como Roberto, Correa, Biagini, Tomás o López entraban y salían según las necesidades, al que benefició no jugar en Europa para evitar ese desgaste. Se unieron algunos grandes jugadores que explotaron en aquella temporada, como Molina, Caminero o Kiko; otros veteranos como Toni, Solozábal, Vizcaíno o Penev dieron lo mejor de su experiencia; algunos, como Santi o Geli, nunca más volvieron a brillar como aquel año; e incluso el técnico serbio convirtió a un jugador completamente desconocido, como Pantic, en un pilar insustituible por su capacidad para el juego a balón parado. Siempre quedarán en el recuerdo de los atléticos.

Pero en ese equipo inolvidable, Simeone era irrepetible, era el alma del equipo, el jugador capaz de pegar y jugar, de repartir estopa y balones a partes iguales, siempre estaba metido en el partido al 100% y con su olfato de buen llegador marcó bastantes goles, entre otros en el partido que dio el título de Liga a los colchoneros. Su entrega es seguramente lo más recordado, pero también su inteligencia y su capacidad para encontrar la solución más fácil en cada momento. El "Cholo" quedó marcado a fuego en la idiosincrasia rojiblanca y, en un momento tan difícil como el que se vivió esta temporada, era la persona indicada para asumir no solo el reto del banquillo, sino el de levantar la moral del equipo "zombi" que dejó Manzano y recuperar para el proyecto a una afición necesitada de ver gente identificada con el club defendiendo ese escudo.

Enseguida se notó la mano del argentino en el juego del equipo, una mayor implicación, mejores automatismos, mucho robo de balón, entrega sin fin de todos... y eso arrastró a una afición ya de por sí ilusionada por la vuelta de un ídolo histórico. Además, resultados y juego acompañan para que siga el idilio. Es el "Espíritu del 96", ese que los rojiblancos llevan tiempo esperando, el que les devuelva al estatus de equipo grande que perdió y que solo asomó hace un par de años con el título de Europa League y la final de Copa.

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